Nana |
Hoy me encuentro aquí, hilando palabras temblorosas, esas que quizá nunca recibas, que nunca entiendas, que nunca te conmuevan pero que a pesar de todo van dirigidas a ti, porque tengo algo que contarte: hace unas horas, solo unas pocas, adopté a tu gato, ese al que no querías, ese al que abandonaste, ese que ha llegado a mí triste, roto y cargado de penas y pasado. Ese al que, muy a tu pesar, pienso darle todo lo que tú le negaste: un nombre, compañía, seguridad, juego, consuelo, cariños, libertad. Porque tú, entérate bien, eres su peor pasado y él todo mi presente junto a la promesa de un futuro mejor, el que construiré para nosotros y en el que tú, entérate bien, ya no tienes espacio. Pero antes de olvidarte... Disculpa si te digo que no lo entiendo, ¡no te entiendo! ¿Cómo pudiste tratarle así? ¿Cómo? Suciedad, bichos, gritos, huesos rotos, costras, cortes, quemaduras, una oreja menos, un corazón roto, la inocencia perdida y tanto sufrimiento... Tiemblo solo de pensar en todo lo que le hiciste. Tiemblo solo de pensar que haciendo esas cosas tu mano no tembló jamás.
En su nombre, convertida mi voz en la suya, vengo a dejarte claro que desde hoy está conmigo y que el dolor que le escupías con cada gesto, que le propinabas con cada golpe se acabó. Así sea. Porque renunciaste a él con tus actos y ya no es tuyo, nunca más lo será, aunque para su desgracia y la mía una parte de su vida siempre lo sea. Pero ni reproches ni rencor incontrolado: el pasado, pasado está y ahora solo estoy por y para él, ese gato tenso, asustado, enmarañado y atónito que me vigila desde un rincón sin saber muy bien si confiar o intentar escapar. Es a su redención a lo único que me debo, a lamer sus heridas, a borrar tu huella grabada a fuego, sin tiempo para odiar y mucho menos para odiarte a ti, que lo único que todo lo cura es el amor y por eso solo quiero dedicarme a amarle con locura.
Está claro: tú no le merecías, quizá yo tampoco. ¿La única diferencia? Que yo me esforzaré por estar a la altura de su nueva vida, esa que estrenará y empezará a disfrutar justo en el momento en el que logre darse cuenta de que ya no es el gato asustado de nadie sino que simplemente... Simplemente está conmigo.
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